A ella, que soy yo
brota de la naturalidad
y le señala un dedo
entonces tapa,
esconde todo,
se resigna a ser quién no es
se indigna, se priva, se condena
y se desborda en su mundo privado
entonces afloja,
echa a correr todos los perros
y los perros,
confundidos y atorados,
se muerden las colas
entonces se confunde,
se castiga, se daña
hasta que se deja
se deja ser día y noche,
caliente y frío,
atado y suelto,
arriba y abajo,